¡Síganme los buenos! decía el archifamoso superhéroe el Chapulín Colorado, en una lúcida parodia al enfermizo énfasis que pone nuestra sociedad en la búsqueda de héroes salvadores de la humanidad. Curiosamente todos esos héroes a los que parodiaba el Chapulín carecían precisamente de verdaderos seguidores, pero ostentaban abundancia de admiradores. Y, por supuesto, no es lo mismo seguidor que admirador.
¡Síganme los buenos! lanzaba esta frase con un halo de inocencia, pero profundamente crítica. ¿Los buenos? ¿quiénes son los buenos? ¿Sólo los buenos pueden y deben seguir a los héroes? ¿Salvan los héroes solo a los de buen corazón?
La diferencia esencial entre un seguidor y un admirador es que el seguidor está dispuesto a hacer y repetir lo que su héroe hace, el admirador solo lo contempla. El seguidor y eladmirador se parecen en una cosa, tienen la habilidad de contagiar a otros. El admiradorcrea admiradores, esto es: personas que disfrutan mirando lo que hace otro; mientras que el seguidor crea seguidores, esto es: personas que disfrutan haciendo lo que hace otro.
Pero un buen seguidor puede transformarse fácilmente en otra cosa cuando lo que desea es dejar de ser seguidor y ser él el objeto de seguimiento. Lo mismo puede sucederle aladmirador cuando lo que desea es ser admirado. A estos la sociedad les llama líderes. Y, por supuesto, no es lo mismo liderazgo que seguiderazgo.
Históricamente la eclesiología tuvo un cambio de rumbo muy dramático y de consecuencias desastrosas. La Iglesia se dedicó durante siglos a crear grandes líderes y a llamar al pueblo a seguirlos ciegamente. Pero las cosas no eran así en un inicio. La Iglesia olvidó que Dios no busca líderes ni siervos, sino amigos (Juan 15:15). Esto tiene grandes implicaciones para la eclesiología actual.
Si vemos con detenimiento los modelos de seguimiento en el Nuevo Testamento, podemos encontrar algo más parecido al seguiderazgo que al liderazgo. Recordemos que el líder es el que deja de ser seguidor que crea seguidores de Cristo y se transforma en seguidor que crea seguidores de sí mismo. Suele hablar de sus compañeros de camino como “mis discípulos” y no como “Discípulos de Cristo”.
El seguiderazgo es precisamente lo que hacía el seguidor simple y sencillo. Éste se dedica a seguir a Cristo, lo imita, intenta actuar como él e invita a otros a hacer lo mismo, pero siempre señalando a Cristo como el único modelo a imitar. Él mismo no es el modelo, no es el líder, él es un seguidor de Jesús que crea seguidores de Jesús. Dicho de otra manera, elseguiderazgo es el que dice: “los invito a que sigamos juntos a Jesús” y no “Síganme a mí y encontrarán a Jesús”.
La estrella que guió a los primeros adoradores de Jesús hasta el pesebre ilustra muy gráficamente lo que quiero decir. Aquéllos hombres no pensaron en adorar la estrella, ni siquiera querían alcanzarla, no querían imitarla ni brillar como ella. Ellos siempre estuvieron conscientes de que ella siempre señalaba a Jesús.
Pablo entiende bien todo esto e intenta dejarlo muy en claro a los creyentes de Corinto:
“Cuando uno afirma: «Yo sigo a Pablo», y otro: «Yo sigo a Apolos», ¿no es porque están actuando con criterios humanos?” (2 Cor. 3:4).
Para Pablo no se trata de seguir a nadie más que a Cristo, tanto él mismo como Apolos son solo esa estrella que siempre debe apuntar hacia Jesús. Jesús es el líder, la cabeza, todos los demás son seguidores. Ellos dos son seguidores de Jesús que invitan a otros a seguir a Jesús:
“Después de todo, ¿qué es Apolos? ¿Y qué es Pablo? Nada más que servidores por medio de los cuales ustedes llegaron a creer, según lo que el Señor le asignó a cada uno.” (v.4)
En este punto se rompe toda jerarquía, toda estructura, y con ellas, toda la eclesiología basada en líderazgo, que impera actualmente. Un liderazgo creador de superheroes de la fe, figuras a las que hay que seguir e imitar. La eclesiología actual señala más a los grandes hombres de Dios que al gran Dios de los hombres. En este enérgico discurso de Pablo, todos están al mismo nivel, todos son simples seguidores y ejercen un seguiderazgoefectivo.
“Así que no cuenta ni el que siembra ni el que riega, sino sólo Dios, quien es el que hace crecer. El que siembra y el que riega están al mismo nivel, aunque cada uno será recompensado según su propio trabajo.” (vv. 7-8)
Todo esto muestra una enorme y triste contradicción con la tendencia actual de crear grandes figuras eclesiásticas, a las que se les delega un poder desmesurado sobre la iglesia y sobre la gente, a las que se eleva a esferas de infalibilidad e irreprochabilidad.
El Nuevo Testamento contradice la ficción de jerarquía que prevalece en la eclesiología actual. A los mal llamaos apóstoles, profetas, patriarcas, como miembros de las castas más elevadas de la cristiandad; a los pastores y maestros, como miembros de las castas de menor rango, hasta llegar a los nadies, esa multitud de creyentes sin rostro que pululan en nuestro mundo cristiano. A toda esta fábula Pablo le dice:
“Por lo tanto, ¡que nadie base su orgullo en el hombre! Al fin y al cabo, todo es de ustedes, ya sea Pablo, o Apolos, o Cefas, o el universo, o la vida, o la muerte, o lo presente o lo por venir; todo es de ustedes, y ustedes son de Cristo, y Cristo es de Dios.” (vv.21-23)
Coincido con Hans Urs von Balthasar cuando compara La Palabra con la alfombra roja que nos conduce hasta el trono de Dios (Das Betrachtende Gebet). Por esa alfombra transitamos todos como iguales, con la única diferencia que unos van unos pasos por delante que nosotros. A estos que han caminado un poco más por la alfombra roja, la Biblia nos insta a examinar su estilo de vida y a imitar su fe.
“Acuérdense de sus dirigentes, que les comunicaron la palabra de Dios. Consideren cuál fue el resultado de su estilo de vida, e imiten su fe.” (Hebreos 13:7)
Finalmente el gran llamado de Jesús a todos sus seguidores no es más que a invitar a otros a acompañarlos en la dulce aventura de creer en él, de seguirlo e imitarlo a él, a Cristo. Hacer discípulos de Cristo, seguidores de Cristo, nunca de nosotros mismos (Mateo 28:19). Jesús nos ha llamado a ejercer un seguiderazgo no un liderazgo. Yo propongo entonces, una eclesiología patas arriba. En la que todos seamos seguidores, compañeros de camino, y Cristo nuestro único líder.
¡Síganme los buenos… y los malos!
Pd: Quiero recomendarles un excelente video acerca de un buen seguiderazgo. Pueden verlo y elegir los subtítulos de su agrado en este enlace: http://www.ted.com/talks/derek_sivers_how_to_start_a_movement.html
Yo creo que está bien fundamentado el tema, pero que podemos decir entonces de Moisés, de Josue, de Nehemias, y otros que fueron super lideres en cuanto a guiar, conquistar, construir, y alentaron a todo un pueblo a confiar en Dios y creer que Dios es fiel y que El cumpliría las promesas a su pueblo, el pueblo lucho pero al final obtuvo la victoria porque un buen liderazgo de estos grandes hombres de Dios.
Ahora Pablo dijo «sed imitadores de mi como yo de Cristo» para imitar a alguien tenemos que fijarnos la clase de valores que maneja y la integridad con que vive, pues de otra manera como lo imitaremos, un lider deja huella para seguirlo., bendiciones.
Gracias Rodolfo por tu aporte. Es esencial analizar cada caso por separado. Efectivamente los caudillos del AT estaban más fundamentados en un liderazgo, ya que no existía la figura del Mesías aún. Es por eso que Moisés se convierte en un intermediario y, precisamente, en él Dios anuncia que «se proveerá de cordero». De Josué podemos decir cosas similares, heredero del liderazgo de su antecesor. Elías y Eliseo son otro ejemplo de liderazgos que se heredan. Los profetas eran la voz de Dios al pueblo (hoy tenemos la Biblia). Como vemos, en el AT existe un liderazgo muy distinto al del NT. Lamentablemente la eclesiología ha adoptado más el modelo veterotestamentario que el novotestamentario. Al aparecer la figura de Jesús, todo empieza a cambiar. Juan el Bautista, es el último de esos líderes que demandaban un seguimiento personal (desde el desierto, vestido con pieles, comiendo langostas), mientras que Jesús cambia el paradigma (dentro del pueblo, vestido igual que todos, comiendo y bebiendo de todo). Era tan parecido Jesús a todos los demás que los soldados que lo vinieron a arrestar no pudieron reconocerlo y necesitaron que Judas con un beso lo delatara.
En el caso de Pablo, su frase «Sean imitadores de mí, como yo de Cristo». Es una buena confirmación de un verdadero seguiderazgo. Y, poniéndolo en el contexto correcto de interpretación, cotejándolo con el resto de los textos paulinos, podemos entenderlo bien. Pablo lo que dice es, «Yo soy imitador de Cristo, imiten eso de mí». Lo único que Pablo pide que imiten de él es ser imitadores, seguidores, discípulos de Cristo.
Un saludo.