Querida hija… yo no sabía lo dulce y poderoso que se siente pronunciar esa palabra. Es más, nunca me había detenido a pronunciarla en serio. Y es en tu nombre, Paula, que pronuncio por primera vez, y con toda su profundidad, esa palabra que aunque se parezca mucho a su gemela masculina, no es la misma.
Querida hija, esta carta es para vos.
Y las primeras palabras que te quiero decir es que te amo con corazón de papá enamorado. Esperé largas semanas, semanas que se me hicieron eternas para poder llamarte por tu nombre: Paula.
Escuché tu corazón de bebé, corazón de vida que inicia, corazón diminuto que late con una velocidad vertiginosa, como quien tiene prisa por vivir intensamente. Y eso me alegra Paula, la vida es hermosa. No importa lo que hayan dicho antes, o digan después; no importa lo que pase o deje de pasar, la vida sigue siendo hermosa y por eso tu corazón, que aún no conoce este mundo fuera de tu planeta maternal, tu corazón ya lo sabe y ansía abrazar la vida y vivirla con todas sus curvas y todos sus colores. Nunca olvides esa sabiduría primigenia, esa inteligencia primordial que posee tu corazón. Es un tesoro que te dará fuerza, esperanza y te hará más hermosa de lo que crees. Si, porque no hay nada más hermoso, más atractivo, más convincente que alguien que tiene ganas de vivir y que vive intensamente. Tu corazón ya lo sabe y siempre lo sabrá.
Aunque haga frío o llueva, aunque el sol queme o no nazcan las flores que plantaste, aunque marchiten de vez en cuando las que viste brotar, tu corazón ya lo sabe. Y tiene una fuerza vital que hará renacer todo cuanto se disponga, en medio de los momentos más incomprensibles, tu corazón ya lo sabe. Siempre lo supo, desde el primer momento quiso vivir y, en el fondo, siempre querrá vivir con esa misma alegría rítmica que hoy posee.
Quiero decirte un secreto, nuestro primer secreto. Se trata de tu nombre. Significa “pequeña”, como el mío… un día me verás con ojos de adulta y me descubrirás “pequeño”, tal como soy. Nuestro nombre es algo que compartimos y es nombre, lucha y misión a la vez. No se trata de ser bajitos, aunque lo seamos, ni se trata de cuánto valemos (nuestro valor no se discute, jamás), se trata de ser humildes. Por eso tu nombre es un enigma, un misterio, una magia, una paradoja deslumbrante, porque cuanto más pequeños seamos, cuanto más humildes seamos, más grandes nos verán los demás. Y te adelanto que no es fácil, los verdaderos pequeños, los humildes de verdad, no son los que no tienen orgullo, son los que tiene las agallas de acallarlo, dominarlo (o domarlo) y aprenden a ver a los demás con ojos pequeños, ojos que tienen que abrirse mucho porque quieren ver lo bueno que hay en las demás personas.
Si lográs ejercitar tu nombre, no como una palabra hueca, sino como una batalla y como una misión, tu nombre, Paula, te hará más hermosa aún, aún más de lo que te podés imaginar.
Mi pequeña,
En este momento medís solo unos cuantos centímetros y no alcanzás aun tu primer kilogramo, pero mi amor por vos ya nació grande y robusto. Y no depende de nada, es un amor que nace sin deuda y que, a la vez, nace colmado de fortuna. Esa fortuna vale más que todo el dinero del mundo. El dinero, pequeñita, no hace hermoso a nadie, el amor verdadero es la cantera de la belleza. Basta con mirar una piedra con amor, para convertirla en lo que debe ser, para ser la envidia de todas las otras piedras del planeta, para provocar canciones de ternura y asombro. Por eso Paula, nunca te guardés el amor. Ese corazón que hoy late a mil por hora, volverá a latir infinitamente más rápido, cuando llegue amenazante la valentía del amor. Amá. Amá a Dios, amá al prójimo… muchos no saben que amar embellece y por eso hay tanta gente que parece fea por ahí; Se sienten feos, se creen feos, tienen vidas feas y terminan por abrazar un corazón feo. Pero el amor puro y responsable, el amor valiente que cumple, que respeta, que cuida, que sana, el amor que dice la verdad, el amor transparente, el amor que no encadena ni amordaza, ese amor que sé que ya Dios puso en tu corazón y que irá abriendo sus brazos, poco a poco, paso a paso, entre alegrías y decepciones, entre el triunfo de amar y la batalla de ser amado, ese amor, Paula, te hará más hermosa aún, aún más de lo que te podés imaginar.
Finalmente mi pequeñita,
Quiero hacerte unas cuantas promesas hoy. Y que sepás que tu papá cumple lo que dice.
Mi primera promesa es la de las lágrimas. Me vas a ver llorar. No te asustés, lloro por todo. Te prometo nunca esconder mis lágrimas, quiero enseñarte el valor de la vida sin esconderte cartas de la baraja. Sé que seré tu héroe, tu papá fuerte, y creerás que todo lo sé y todo lo puedo. Pero pronto sabrás que soy “pequeñito”, que lloro y me asusto y que no tengo todas las respuestas. Por suerte está mamá, más fuerte y valiente que yo. Quiero que sepas, como le dije a tu hermano, que a ella la amé primero, no más ni mejor, solo primero y tiene un lugar especial e intocable en mi corazón. Esta es la verdadera teología de la vida, la indescriptible facultad del amor de emular a Dios en su infinitud. El amor no se acaba, solo ocupa lugares igualmente infinitos. Tu hermano, también tiene un lugar, solo le pertenece a él y es un lugar infinito, como el amor que te tengo a vos. Nadie ni nada podrá ocupar tu lugar en mi corazón, jamás.
No sé, aunque intuyo, cómo será el color de tu piel, ojos o pelo; no sé cómo será tu voz, cuáles serán tus talentos, tus dones, gustos, tu personalidad o carácter, igual te amo infinitamente.
Ignoro si tu cuerpo vendrá marcado con las señales de la lucha antes de tiempo, ya aprendí que soy fuerte como metal cuando se trata de cuidar la vida que Dios ha encomendado a mis manos. Si tu cuerpo necesita ayuda para vivir, igual te amo infinitamente.
No sé a qué elegirás dedicarte, igual te amo infinitamente. No sé si tomarás decisiones distantes de las mías, igual te amo infinitamente. Ignoro si serás creyente o no; católica, evangélica, simplemente cristiana o elegirás el amor como religión, igual te amo infinitamente.
Prometo respetar tus elecciones personales, sos libre y única, sos vos y no yo la que decide caminar tus pasos, que son tuyos, aunque de vez en cuando te cargue en mis brazos mientas sanan tus heridas del camino de la vida. Ahí estaré siempre.
Cuanto hayás acertado, estaré ahí para celebrar; cuando hayás errado, ahí estaré para ofrecerte mis manos; cuando alguien haya despreciado tus palabras, ahí estaré para escucharte; cuando el silencio oprima tu alma, ahí estaré para romperlo con las mías.
En fin, pequeña, pequeñita, no pretendo decirte todo en una sola carta. Y si me tenés paciencia, podré volver a escribirte una y mil veces, con la alegría de volver a pronunciar esto tan nuevo y tan maravilloso, esta palabra que me tiene loco:
Querida hija.
Papá.
Esta hermosa la carta! Paula desde ya ha sido bendecida por llegar a una familia de valientes que la va a amar mucho! felicidades y bendiciones muchisimas mas!
Hermoso. Y si estás dispuesto a amar pródigamente, como ese Dios al que citas, tendrás que estar dispuesto tambien a sufrir de la misma forma. Te lo digo yo, que tengo un Paulo y una Paula, aunque con nombres diferentes, y ya no me ven como el que todo lo sabe. Ya comienzan a transitar su propio camino. Dejará hendiduras en tu barro que tendrás que cerrar a base de paciencia y ternura, y con amor, ese amor que conoces. Mucha suerte y mucha entrega. Saludos
Es un enamoramiento que crece cada día. Cuando esos bracitos te rodean el cuello y te dicen «papi, te amo», descubres una dimensión del amor que antes era desconocida