Les comparto un pequeño extracto de mi libro “10 Palabras de libertad”, de próxima aparición.
“Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días se alarguen en la tierra que el Señor tu Dios te da” (Éxodo 20:12)
Honrar es una palabra de peso. Es la misma palabra que se emplea para glorificar a Dios (Salmo 86:9). Kabod significa gloria. El texto hebreo usa una palabra muy fuerte para este acto. En sus raíces significa darle un valor muy alto a los padres y concederles su debida dignidad (kabod= gloria).
Este es el primer mandamiento que entra de lleno en el tema de las relaciones sociales, y resulta interesante que Dios inicie hablando de la familia. Realmente el texto no hace ninguna distinción entre glorificar y honrar. En Levítico 19:3 hay un mandamiento muy parecido a este, pero la palabra que se usa no es kabodglorificar-honrar sino temer. Observemos que esas son palabras que se usan generalmente para referirse a nuestra relación con Dios. Aquí se usan para estructurar la relación entre hijos y padres.
Es muy importante reconocer que en un contexto antiguo –donde el papel de la mujer era bastante anulado-, este mandamiento pide honra tanto para el padre como para la madre. De hecho en el versículo de Levítico 19:3 que acabamos de mencionar se invierte el orden y el texto menciona a la madre en primer lugar. Este es un mandamiento apodíctico y con promesa.
La hermosura de las leyes de nuestro Dios tiene riquezas para toda la vida. Esa promesa acaba con la frase: “para que se alarguen tus días”. No es una amenaza, es una promesa. El apóstol Pablo reconoce en Efesios 6:1 que este es el primer mandato que tiene una promesa. ¿En qué consiste esta promesa? ¿Vivirá más tiempo quien honre a sus padres? ¿Automáticamente se alargarán sus años de vida? ¿Concederá Dios más salud física?
Podríamos verlo de forma individual, pensando que al respetar y honrar a nuestros progenitores tendremos automáticamente más tiempo de vida, pero ese sería un pensamiento demasiado individualista y no parece concordar con el contexto colectivo que se nos presenta en el Tratado de las Diez Palabras.
Podríamos también pensar que, en lugar de eso, lo que el mandamiento nos promete es formar un espacio para una comunidad. En tal caso, lo que se está proponiendo aquí se dirige a la formación de una actitud de una comunidad. Una costumbre de cuidar a sus ancianos, y la preocupación por los más vulnerables para garantizar el bienestar de sus mayores. Esta es una costumbre que prevalece en muchas culturas hasta nuestros días.
La familia está en el centro del Decálogo. Amar la familia, cuidarla, protegerla. En este caso, el mandamiento toca las fibras más sensibles del corazón de la familia. La relación entre padres e hijos, donde se da por sentado que los padres honran a sus hijos y por lo tanto, los hijos darán su debida dignidad a sus padres, cuidándolos y respetándolos aun en su vejez. El impulso del mandamiento es hermoso, genera una tradición de honra y respeto en el corazón de la familia.
La Antiguedad conoció esta fuerza filial, este motor de amor familiar que proporciona cuidado a hijos y a padres. Umberto Eco nos recuerda que la literatura antigua ha utilizado recurrentemente el símbolo de la cigüeña para representar este fenómeno (La búsqueda de la lengua perfecta). Horapolo (escritor del siglo IV d.C), en su tratado sobre los geroglíficos egipcios (Hieroglyphica), presenta a la cigüeña de la siguiente manera:
“Cómo se representa [en escritura geroglífica] el que ama al padre. Si quieren significar el que ama al padre, dibujan una cigüeña. Realmente ésta, alimentada por sus padres, no se separa nunca de ellos, sino que permanece con ellos hasta su vejez, recompensándoles la piedad y deferencia”
En los Emblemata de Andrés Alciato (1531) aparece la cigüeña como un animal que lleva a sus espaldas a sus progenitores ya cansados y les ofrece la comida con la boca. La misma descripción la podemos encontrar en el Hexaemeron de Basilio (VIII, 5). La literatura continúa hablando de la cigüeña como ejemplo de cuido de sus padres. Por ejemplo en el Bestiario de Cambridge (siglo XII) se describe a la cigüeña como un ave que ama a su cría: “la incuban con tanto amor y esfuerzo que llegan a perder las plumas a causa de la posición de continuo decúbito. Ese tiempo de esfuerzo al cuido y enseñanza de sus hijos, les es recompensado después por sus hijos, que se encargan de cuidar a los padres”. Finalmente, Eco nos hace saber que es posible que el simbolismo de la cigüeña sea de origen semítico, porque en hebreo cigüeña es Jasidá (חסידה) que significa “que es afectivo con sus crías” (Lev. 11:19). El jasid es el que hace misericordia (jesed).
Así, la fuerza de este “mandamiento” reside en la formación de una cultura de cuidado mutuo que resulta en un circulo de apoyo, cuidado, esfuerzo y amor que va primero desde padres a hijos y que regresa con la misma fuerza de los hijos hacia los padres.
Hay algunos textos en el Antiguo Testamento que hablan de la protección que el pueblo entero debe a sus mayores (Ex. 21:15; Ex. 21:17; Lev, 20:9; Dt. 27:16).
muy interesante porke el señor dijo conoceras la veradad y la verdad te hara libre,,yo tenia otro punto de vista respecto a honrrar alao padres,, pero como dice la palabra de dios,, escudriñat la escrituras,,escuñidre la palabra honnrar,, i me sorprendi,, ahora entiendo por ke mi vida estaba mal,, ahora se en ke estana fallando,, gracias dios ,,,,