Algunos me llaman así, antisemita.
Hay palabras que han perdido su sabor. Lamentablemente palabras valiosísimas ya no saben igual que antes. Una de esas palabras es «Antisemita». Una palabra que describe, en su más popular uso, el prejuicio contra los judíos como grupo étnico y no como religión. La idea fue acuñada por León Pinsker en 1882. Pero ha sido, y con toda razón, puesta al microscopio, para dejar las confusiones de una vez por todas.
Me llaman así, antisemita.
Otro judío, de nombre Gustavo Perednik ha propuesto un término más específico, para no confundir más a la gente. Perednik habla de «judeofobia». La razón de tanta confusión es que no todos los judios son semitas (los askenazi no lo son), ni solo los judíos descienden de Sem. Hay otros pueblos semitas, que no son judíos. Así que ese odio acérrimo que generó los detestables progroms y la deleznable Shoah, es estrictamente judeofobia y no antisemitismo. Si, sé que el término que acuñó Pinsker en 1882 surgió pensando solo en los judíos, pero hay que admitir que ha generado muchas confusiones.
A mí algunos me llaman así, antisemita.
Me llaman así. A mi, que he tenido un largo romance con el pueblo hebreo, un enamoramiento rotundo con la lengua hebrea, con la literatura judía, con su historia, sus letras, sus ritos, sus Escrituras y su gente. A mi, que amo el TANAK, que leo el Talmud como quien bebe vino y que poseo más libros de cuño judío que de cualquier otra índole en mi biblioteca. A mi, que he sentido náuseas de cada indicio de nazismo, en cualquiera de sus expresiones. Que me obsesioné con Qumran, que me emocioné con Masada, que leí con estupor LOS PROTOCOLOS DE LOS SABIOS DE SION, que deploré las frases anti judías de Lutero. A mi, que he admirado públicamente a quienes defendieron al pueblo judío ante la despiadada catástrofe de la Segunda Guerra Mundial, que he admirado públicamente a Dietrich Bonhoeffer en su defensa de los judíos. A mi, que he culpado a la Iglesia de entonces, Romana y Protestante, por su carácter blandengue o su criminal adhesión al Tercer Reich. A mi me llaman antisemita, a mí que nunca he deseado el exterminio ni la persecución de ningún pueblo.
¿Por qué?
Porque defiendo otro pueblo semita. Porque amo a otro pueblo semita, que no es judío. Porque me duele otro pueblo en las entrañas. Porque de la misma manera que me duele el pueblo judío cada vez que es perseguido, también me duelen otros pueblos, aunque no sean judíos. Pero sobre todo porque uno de esos pueblos es el pueblo palestino.
En las ciencias linguisticas y etnológicas, se denomina «semita» a la familia de lenguas compuestas, sobre todo, por el acadio, el árabe, el arameo, el fenicio, el hebreo, el maltés y otros.
De esta manera, el pueblo palestino también es semita, su lengua es hermana de la hebrea. Así es como podemos entender que shalom y salam signifiquen lo mismo, que ahab y habib significan lo mismo. Palabras hermosas que son urgentes: paz y amor.
Una parte del judaísmo no es semita. Sobre todo hablo del judaísmo askenazi, provenientes de Europa y cuya lengua materna no es el hebreo ni ninguna lengua semita. Sus lenguas maternas varían según su país de origen (alemán, polaco, por ejemplo) y que generaron una maravillosa lengua llamada Yiddish. En Génesis 10:2 aparecen como descendientes de Jafet y no de Sem.
Cuando en 1948 la ONU aprobó la fundación del Estado de Israel en Palestina, muchos judíos askenazi emigraron a Palestina para construir el Estado de los judíos.
Una corriente política e ideológica, que no es precisamente religiosa, y que no solamente la profesan algunos judíos, es el Sionismo. Esta ideología persigue la creación del Gran Israel, ocupando tierras habitadas por los palestinos y otros pueblos. El Sionismo no representa a todo el judaísmo, ni todos los judíos son sionistas. El Sionismo toma fuerza de la mano del escritor austrohúngaro Theodor Herzl. Sin embargo existe muchos judíos antisionistas, que no por ello son antisemitas. Yo, que no soy judío, me uno a los que no comparten la ideología ni las políticas del sionismo.
Y para no alargarme mucho más. Debo decir a mi favor, que defender a dos pueblos semitas no me convierte de ninguna manera en antisemita. No me molestaría si me llaman, por ejemplo: antisionista.
Hola…este artículo me parece contundente y equilibrado. Queda clarísimo que por encima de las ideologías se trata de seres humanos que merecen vivir en paz y que se les respete. Esto lo hemos podido apreciar quienes hemos estado en tierras bajo la administración judía pero también en las que no lo son.
La posición es un poco delicada porque la historia (o al menos quienes la escriben) y los formadores de opinión lo obligan a uno a tomar una posición que es antagónica a la otra.
Muchas gracias Eduardo por tu respuesta y tan interesante opinión.