Es diferente andar descalzo que estar descalzo.
Andar descalzo parece estar de moda en algunos países o ciudades europeas, por ejemplo en Alemania, Suecia, Inglaterra y España.
Quienes lo practican afirman que caminar descalzo tiene muchos beneficios: fortalece los ligamentos, fortalece la espalda, evita la aparición de hongos… incluso se recomienda para evitar la acumulación de estrés.
Si es tan beneficioso ¿Por qué nos da tanta vergüenza ir descalzos?
Hace una semana exactamente tuvimos una actividad llamada «Un día sin zapatos» en nuestra Comunidad Interludio. Se trata de una actividad anual en la que muchas personas donan zapatos (nuevos o usados) para proporcionarlos a todas aquellas personas que carecen de recursos para adquirir calzado.
Ese lunes procuré descalzarme varias veces durante el día. La primera ocasión en que hice el intento fue al entrar al banco. Inmediatamente refrené mi impulso solidario. Sentí miedo, vergüenza, desnudez. ¿Me dejarían entrar descalzo al banco?. El segundo lugar en el que tuve la intención de descalzarme fue en el supermercado. Una vez más me excusé pensando en lo peligroso que podría ser, las ruedas de los carritos podrían arrollar mis dedos desacostumbrados a la intemperie. Al llegar al trabajo pensé que era, por fin, el lugar perfecto para mostrar mis pies (previamente acicalados, uñas recién cortadas y lavadas) Sin embargo, al pensar en la primera persona que debía atender en la oficina sentí que no me tomaría en serio al verme descalzo, incluso pensé que lo tomaría como una descortesía, falta de higiene, un irrespeto.
No me fue posible descalzarme hasta que llegó la noche. En medio de la tenue luz de nuestra reunión interludiana pude sentir, por fin, el valor necesario para desnudar mis pies. Llegado a ese punto no tuve más remedio que pensar de forma sincera en todas aquellas personas que no tienen elección. Son los descalzos.
Es diferente querer descalzarse que ser un descalzo.
¿Cómo van a una entrevista de trabajo los descalzos?
¿Los dejarán ingresar a los bancos, restaurantes, oficinas del Estado?
Recordé que jamás he visto a una persona descalza (no precisamente un aficionado de los barefooters) en un supermercado, una farmacia, o una oficina.
Es diferente caminar descalzo que vivir descalzo
Pensé que lo primero que pierde una persona víctima del virus de la carencia, afectada de cáncer de pobreza, son sus zapatos y con ellos, su dignidad. No hay prenda de vestir que dignifique más al ser humano que el calzado y no hay corbata que cubra su carencia.
Aquella noche, di mi charla descalzo, ante un auditorio casi lleno. Sintiendo desnudez, vergüenza, fragilidad. Sintiendo que mis palabras eran menos valiosas y menos validadas, pensando que era más indigno de esas «tablas». Aunque fuera por pura elección y a sabiendas que mis zapatos me aguardaban seguros en la butaca.
Muy interesante apreciación de algo a lo que normalmente no prestamos atención. Muy buen post Jose! No nos conocemos pero con suerte y pronto el destino nos lo permita. Saludos y te comparto mi blog: http://www.lideresdeterminados.com