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¿Por qué hay que seguir viviendo? – Es la pregunta del joven soldado al pastor, Tomas. Es una pregunta sin respuesta. Una cuestión no resuelta que nos deja el alma en penumbra. Según el pobre pastor desesperanzado, todo sería más sencillo si no tuviéramos la obligación de buscar respuesta a tal cuestión. Sería un alivio, un descanso. Si no existiera Dios – dice Tomas- «La vida sería comprensible». Dios no existe, es el mensaje del pastor y, sin embargo, ora, reza, eleva una plegaria a ese no-dios, o a la sombra del Deus Absconditus.
A todas luces Bergman bebe del agua de Soren Kierkegaard. Los conflictos del existente no pueden ser superados sino por medio de la profundización del único recurso que le queda al hombre temporalizado: la desesperación. ¿Es la desesperación una ventaja o un defecto? – Pregunta Kierkegaard en su libro «Diario de un seductor». Debería tomársela como una gran ventaja, concluye el danés. Ser capaces de desesperar nos coloca en un ámbito de superioridad en la Creación.
Los Comulgantes (‘Nattvardsgästerna’, 1962) Nos envuelve en la vida de un pastor que pierde a su esposa. Pérdida irreparable que lo sume en esa lucha rutinaria de vivir la vida sin querer vivirla. Su lucha más ferviente se libra en el ámbito de su profesión, en el estadio de la fe. Sin embargo, el ser humano que hay en cada personaje de la película posee un último residuo de esperanza que se niega creer que todo está perdido. Todos, excepto Jonas Persson, quien acaba con su propia vida.
Angustia sintió Jesús también, cruzó el umbral de la desesperación creyendo y confesando a voz en cuello: «Padre, ¿Por qué me has abandonado?». Y es precisamente esta desesperación, esta angustia, esta pérdida, la que propicia el salto hacia la vida, la resurrección de él y de todo hombre.
A fin de cuentas, todos transitaremos el trillo de la angustia varias veces en la vida, el sinsentido, el silencio de Dios, la nada. ¿Es la desesperación una ventaja o un defecto? Yo creo que es la ventana por donde finalmente asomamos la cara y logramos percibir la brisa, el sol y el mañana.