“De veras hijo,
ya todas las estrellas han partido.
Pero nunca se pone más oscuro
que cuando va a amanecer”
Isaac Felipe Azofeifa.
Yo no podría escribir con más precisión, horror, espanto y claridad lo que ya otros han descrito con una mayor profundidad literaria y con privilegiada cercanía geográfica, histórica y documental.
Pero sabemos que la noche del 16 al 17 de septiembre de 1982 hubo una oscuridad diferente en los campamentos de refugiados palestinos de Sabra y Chatila al sur del Líbano. La historia que casi prevalece relataba lo sucedido como una reacción expontánea y exacerbada de la milicia cristiana denominada “Falange libanesa”, luego del asesinato, el 14 de septiembre de 1982, del líder cristiano maronita y mandatario electo libanés Bashir Gemayel.
Aquella larga noche, conocida como la masacre de Sabra y Chatila (2mil víctimas), el cielo recibió rezos musulmanes, en árabe.
Sabemos también que la noche del 9 al 10 de noviembre de 1938 la oscuridad se tornó espesa en demasía. Los Nazis pretextaron que había sido una reacción expontánea de la población civil contra los judíos por el asesinato, el 7 de noviembre de 1938, de Ernst vom Rath, secretario de la embajada alemana en París por un joven judío polaco de origen alemán, Herschel Grynszpan.
Aquella larga noche, conocida como la noche de los Cristales Rotos (91 víctimas), el cielo recibió rezos judíos, en hebreo o en yiddish.
Sabemos, incluso, que la noche del 23 al 24 de agosto de 1572, en Paris, la oscuridad se tornó sanguinolenta. Se dijo que había sido una reacción expontánea de la población civil católica, luego de la protesta realizada por los hugonotes debido al asesinato de su dirigente, Gaspard de Coligny, ordenada presumiblemente por la madre del rey Carlos IX, Catalina de Medici.
Aquella larga noche, conocida como la noche de San Bartolomé (Entre 20mil y 30mil víctimas), el cielo recibió rezos cristianos protestantes, en un desesperado francés.