Nota: Cuando nació nuestro hijo no pudimos abrazarlo por casi 2 meses, estuvo en una cunita especial en la Unidad de Cuidados Intensivos de Neonatología del Hospital Nacional de Niños. Cuando por fin lo tuvimos en casa escribí esto, hace un año.
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Te doy todo el calor que se desprende de mi pecho, toda la seguridad de mis brazos sosteniendo tu cuerpo, que tiene las dimensiones exactas, perfectas, para encajar en esa estrecha cavidad donde habitan los latidos que te dieron la mitad de tu sangre.
Ya llegará el tiempo en que sea yo el que recueste mi cara sobre tu pecho y me rodeen tus brazos, que entonces serán más fuertes y más grandes que los míos.
Ahora que te puedo cargar en brazos, y que puedo escuchar tu diminuta respiración de distraídas síncopas que se burlan de la mía, tan aburrida, larga y monótona. Ahora que puedo observar con asombro cómo aprendiste a jugar con el aire que baila con prudencia a través del aséptico túnel de plástico que te regala el oxígeno, la vida. Te doy todas mis horas de desvelo y te entrego mi vigilia de ojos aquilinos.
Ya llegará el tiempo en que vigilés mis horas débiles, mi mirada oscura y cuidés el oxígeno que respiro. Y veré tu mano, ahora diminuta, pero entonces robusta más que la mía, sostener mi cabeza y regalarme descanso.
Ahora que te puedo cargar en brazos, dejame buscar tus ojos, aún sin mirada, ojos de paz e inocente hondura. Sin mirada, si, porque solo quien ha ensuciado su pupila con el odio y con el rencor ha aprendido a conjugar miradas. Vos en cambio, tenés ojos limpios que ven sin prejuicio, que descubren la vida y los colores sin pedir nada a cambio. Dejame fijar mis ojos que ya han visto tanto, detenerlos en tu pupila y beber en ella tu inocencia y limpiar con ella mis miradas añejas.
Ya llegará el tiempo en que nuestras miradas se crucen y sabremos que hemos vivido, que hemos andado y desandado y que ahora más que padre e hijo, seremos hermanos de la vida y del camino. Tendremos entonces las miradas cómplices que se dan la mano y se saben completas, complacidas. Y te agradeceré en secreto haber cosido con tus sonrisas esas cicatrices viejas por donde alguna vez fueron robadas las mías.
Ahora que te puedo cargar en brazos dejame decirte que con tu vida nueva yo soy un hombre nuevo.
Que bonito escribes,tu tienes el mas grande regalo,que es poder cargar a tu hijo en brasos,y escuchar los latidos de su corazon,todo lo pasado merece la pena,por tener el privilegio de tenerlo contigo