Las maravillosas ventajas de una comunidad íntima
¿Cómo se sentiría si hoy recibiera una entrada especial, una invitación a un concierto con su grupo o cantante favorito? Supongo que sentiría emoción, ¿Pero qué tal si al ver el reverso de la invitación usted encuentra la frase «Aforo íntimo»? Seguramente querría saber más. Entonces sigue leyendo la invitación y encuentra la información más sorprendente de todas: Solo asistirán 10 personas.
¿Qué pensaría? ¿Se sentiría privilegiado o privilegiada? Estaría en una sesión íntima con su cantante favorito. Como si estuviera en la sala de su casa y pudiera conversar y escuchar hasta cuando se rasca la nariz o cuando cruza las piernas. Si, la primera palabra que viene a la mente es «privilegio». Es un privilegio no ser uno entre 30mil personas.
Cuando pensamos en el cristianismo se nos viene a la cabeza algo muy diferente a la palabra «intimo». Probablemente pensemos en reuniones multitudinarias, luces, pantallas gigantes, un estadio, un auditorio repleto de desconocidos coreando y un pastor lejano iluminado por luces al que hay que verle el rostro en las pantallas laterales porque está demasiado lejos para poder ver sus labios moverse, Y no podemos negar que es una linda experiencia para un concierto eventual, pero no lo es para hacer comunidad, familia o para experimentar intimidad, confianza o refugio.
Si pensamos en el resto de religiones, nos damos cuenta que ninguna de ellas, ni una sola, procura ese tipo de eventos como norma de éxito. Lo normal en el resto de experiencias espirituales o comunidades religiosas es algo más modesto pero más poderoso. Una mezquita con varias decenas de fieles alrededor de un líder que se sienta en el suelo, una sinagoga conformada por 20 o 30 familias judías alrededor de un rabino que los conoce a todos por nombre y apellido. O una pagoda en la que meditan varios seguidores en absoluto silencio. Quizás podemos pensar en un gurú (hindú) rodeado por una docena de discípulos. Y de repente regresamos a la imagen de Jesús rodeado de sus 12 amigos (ya no les llamo siervos sino amigos) y rehuyendo de las multitudes apresurándose a subir a una pequeña barca para desaparecer.
¿Cuándo empezó a cambiar el sentido de «aforo íntimo» que nos enseñó Jesús? Si, ya sé que alguien podría decirme que Pedro reunió a 5mil personas. Pero fue una única vez, algo completamente eventual, no planificado y cuyo resultado fue la creación de pequeñas iglesias en casa. Lo que comúnmente llamaríamos «avivamientos» son eventos inusuales que reúnen multitudes durante un tiempo limitado.
El cambio inició con la música. La cultura musical y los grandes conciertos tipo Woodstock también llegaron a la experiencia cristiana en los años 60s y 70s. Fue algo maravilloso, el Rock de repente sonaba con letras cristianas y muchos grandes iconos de la música se unían al llamado «Jesus Movement» de California.
De ese «fenómeno» nacen varias iglesias. Y todas ellas procuraron mantener en el centro la experiencia tipo concierto. Me refiero a Calvary Chapell, Vineyard, Hillsong y otras. El centro de la experiencia de domingo era la música, un concierto que podía durar más de una hora, seguido de un pequeño mensaje más improvisado y emotivo que otra cosa. La fórmula funcionó, pero a un precio muy alto. A esa forma de hacer iglesia se le ha estado denominando «hillsongisación». Lo menciona Gerardo Oberman:
Lo que solemos llamar «adoración» nace de una estrategia de marketing cuyo propósito último es generar un consumo masivo, acrítico, alienante, como cualquier otra industria del entretenimiento. Y poco queda allí de Evangelio, lastimando muchísimas vidas. Este fenómeno debería animar a quienes se dedican al estudio de los fenómenos religiosos masivos a escribir una tesis. Ciertamente hay mucho allí para analizar.
Podemos ver el contexto de la frase de Oberman en el documental sobre la iglesia Hillsong llamado «Hillsong: A Megachurch Exposed».
El aforo íntimo provee un refugio. La experiencia dell aforo íntimo te da un valor alto como invitado de honor. Las sesiones más caras de la industria son marcadas por un nuevo fenómeno -no cristiano-: las sesiones de aforo íntimo. Recientemente Ed Sheran anunció su sesión íntima para Londres.
O las Sesiones Intimas… En la sala experimental del “Centro Cultural Bod Corp Banca” solo para 100 personas por audición.
La verdad es que lo más normal en la historia de la Iglesia han sido las reuniones íntimas, en las que las personas se sienten protegidas, pueden ser vulnerables y son reconocidas por sus dones, talentos y personalidad. La experiencia de concierto sigue siendo maravillosa pero no puede ser la norma.
Pensemos en Moisés al recibir las «Tablas de la Ley». El texto de Éxodo nos dice que subió al monte y estuvo en intimidad con Dios. Una sesión íntima inigualable. Pero también está la experiencia del pueblo que termina adorando en comunidad al pie del monte. Ambas experiencias son buenas, pero solo una se repite como un paradigma: La de la intimidad. Tanto de forma individual, como de manera comunitaria.
¿Cómo podemos tener lo mejor de ambas experiencias? Creo que debería ponerse de moda la experiencia de una iglesia pequeña. Había pensado escribir algo llamado: The power of tiny church experience. Y no entiendo por qué el título solo se me ocurría en inglés. Pero creo que hay algo muy poderoso en la experiencia de Aforo íntimo de la iglesia. Debemos crear experiencias espirituales, comunitarias tan íntimas y poderosas que sintamos esa emoción tan increíble que sentiríamos al recibir una invitación personal y especial para ir a una sesión intima con nuestro cantante favorito. Creo que 150 o 200 personas en un solo lugar son un número suficiente como para poder cantar sin que se escuche nuestra desafinación, pero suficientemente pequeño como para levantar la mano y hacer una pregunta.
También pienso que el edificio de una iglesia no debe consumir tanto presupuesto, dinero que podríamos invertir en las vidas, en las personas o quitando la carga económica de los hombros de las personas. Al mismo tiempo, necesitamos menos inversión en sonido, pantallas, luces y en la cantidad de personas que se requiere para poner en funcionamiento un evento de 500, 1000 o 5000 personas. El cuido del planeta también se ve involucrado en todo esto. Y la cantidad de energía eléctrica y basura que se gasta en reuniones multitudinarias no es coherente con una conciencia del cuido de nuestro ambiente.
¿Qué tal si multiplicamos reuniones del tipo tiny church experience, en vez de perseguir la alienante «hillsongisación»?