Hace 14 años y 6 meses Laura y yo iniciamos un proyecto fascinante que nos ha regalado miles de emociones y alegrías. Queríamos hacer algo diferente, realmente diferente. Y claro, mucha gente quiere hacer algo diferente y cree estarlo haciendo. Una de las primeras diferencias que quisimos imprimir en el proyecto tenía que ver con el lenguaje. El lenguaje define, pone fronteras o las abre. Así, si decimos que nos llamamos «Iglesia cristiana de la gran bendición» definimos y ponemos fronteras, pero si decimos que nos llamamos «Interludio» a secas, el nombre suscita más preguntas y curiosidad que otra cosa.
Un Interludio es un intermedio, un espacio entre dos actos, sobre todo de índole artística. Pero también es la traducción de una palabra hebrea que aparece muchas veces en el Antiguo Testamento: Selah. Y Selah significa intermedio, pausa. En la versión griega se usa la palabra diapsalma que literalmente significa «entre canciones», es la pausa que divide dos cantos.
Nosotros éramos muy jóvenes entonces y vivíamos en ese tiempo intermedio entre el final de la soltería (estábamos recién casados) y el inicio del matrimonio, aún sin hijos. Teníamos más tiempo y energía, solíamos correr más riesgos y las responsabilidades eran un tanto diferentes.
Muchas personas en ese ínterin de la vida se nos unieron. Hubo un tiempo en que había más bodas que cualquier otra cosa en Interludio. Pero un par de años después, las bodas empezaron a disminuir y fueron sustituidas paulatinamente por nacimientos y presentaciones de bebés. Ahora las parejas con hijos tenían menos tiempo libre y la energía se veía consumida por esa fascinante labor de la maternidad y la paternidad. Era otra etapa.
Pero no fue sino hasta el año 2018 cuando un nuevo concepto vino a abrazarnos y removernos hasta las entrañas. En ese año nuestra sociedad se vio enfrentada, dividida y polarizada por ciertos temas que involucraban la fe, la política y la iglesia. Parecía una guerra campal en la que, por un lado, la iglesia se oponía a los DDHH y, por el otro, los movimientos pro Derechos Humanos vieron en la iglesia su principal enemigo a vencer. La contienda se dio en las urnas, como país democrático que somos, pero la herida quedó en los corazones.
La palabra que nos sobrevino fue REFUGIO. Llegó de golpe con una frase que se convirtió en nuestro slogan: No somos trinchera, somos refugio. Supimos entonces que lo más importante no era cejar en nuestras convicciones sino gestar, afianzar y cimentar una comunidad de carácter reconciliador. Un refugio para quienes ven sus Derechos amenazados y vulnerados, pero también un refugio para quienes, sin ver sus derechos amedrentados, desean una sociedad que no excluya a nadie.
En 2020 nuestro nombre pasó a ser Refugio Interludio. De eso hace ya 3 años. Y empezamos a dejar crecer el concepto y el carácter de la palabra REFUGIO. De esta manera hace ya 5 años que practicamos el ser una comunidad de refugio. La previsión era cambiar de nombre en 2023 pero nos adelantamos unos meses aprovechando el cambio de sede de reuniones. Ahora nos reunimos todos los domingos a las 10:30 am en Plaza Tempo, Escazú. Y no nos bastaba con ser un Refugio, sino que tendríamos que ir aún más allá. Nuestra sociedad está cada vez mas dividida y polarizada y sabemos que necesitamos ser MÁS, aún más REFUGIO. Así nace nuestro nuevo nombre: MÁS REFUGIO.
Me encanta el concepto y la práctica de la iglesia como refugio y no como trinchera donde se llega a pelear, muchas veces guerras injustas… En el refugio todos cabemos y cuando se vaya a saturar se puede crear otro y otro y otro… En estos tiempos complejos es más fácil que la gente busque un refugio a una iglesia tradicional. Así cumpliremos la misión que el Señor Jesús nos encargó de evangelizar a toda persona que lo desee…