Luego de un largo recorrido procurando poner en marcha una campaña de solidaridad en beneficio de la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital Nacional de Niños, me siento exhausto y decepcionado.
Eso no quiere decir que haya desistido o que el proyecto no esté en marcha. Pero sí quiere decir que, luego de caminar por esta senda nueva para mí, me he topado con un sinfín de corazones más interesados en figurar que en ayudar. Me explico: Cada vez que una empresa grande se ha interesado en colaborar (a excepción de un par), su primera pregunta es si su logo aparecerá en el empaque del producto y en la publicidad. Al carecer de un empaque grande, no es posible poner los logos de todas las empresas y, por lo tanto, casi todas han declinado su ayuda.
Gracias a Dios existen aún muchos otros corazones dispuestos a dar sin esperar nada a cambio, dar desinteresadamente, dar por dar, dar alegremente. Pero tengo que confesar que hay que buscarlos con asiduidad.
El proyecto sigue en pie, gracias a empresas como Cefa, Universidad Veritas, JBQ y a personas particulares. Me pregunto por qué, en medio de tanta cristiandad, habrá tan pocos cristianos que recuerden este tajante texto:
«Cuídense de no hacer sus obras de justicia delante de la gente para llamar la atención. Si actúan así, su Padre que está en el cielo no les dará ninguna recompensa. Por eso, cuando des a los necesitados, no lo anuncies al son de trompeta, como lo hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles para que la gente les rinda homenaje. Les aseguro que ellos ya han recibido toda su recompensa. Más bien, cuando des a los necesitados, que no se entere tu mano izquierda de lo que hace la derecha, para que tu limosna sea en secreto. Así tu Padre, que ve lo que se hace en secreto, te recompensará». (Mt. 6:1-4).