Una vida sin propósito

No es ni una copia ni una parodia del bestseller de Rick Warren, pero valiéndome del afamado título y, poniéndolo de forma inversa, quisiera mencionar 4 cosas que, a mi criterio, determinan si una vida tiene propósito o no lo tiene. Doy por sentado que sabemos cuál es el primer requisito: conocer a Dios.

«Una vida sin relaciones sanas es una vida sin propósito» (Col. 3:14)

Nacimos para relacionarnos, es el diseño de Dios para todo ser humano. Las palabras del Génesis no son tan estrechas como tantas veces hemos pensado, el salmodiado slogan «No es bueno que el hombre esté solo» no se limita a una vida matrimonial. Toda la Biblia enseña que fuimos diseñados para relacionarnos unos con otros. La calidad de esas relaciones determina gran parte de nuestra calidad de vida. Una vida carente de relaciones profundas y sólidas es una vida sin propósito. Esto es así porque Dios ha querido que nuestro paso por la tierra afecte a las personas que nos rodean. Una vida sin propósito evita influir en los demás. Una vida sin propósito utiliza ciertas frases que conocemos de sobra: «Yo no me meto con nadie» «Cada quien es cada quien» «Yo vivo y dejo vivir». Son frases usuales que parecen muy positivas, revisten un halo de tolerancia. Sin embargo encierran todo lo contrario, son pronunciadas por una persona que carece de sentido de propósito.

«Una vida descuidada es una vida sin propósito» (Prov. 6:10-11)

«De algo se tiene que morir uno». Es otra de las frases de una vida sin propósito. Otra frase podría ser «Yo prefiero invertir mi tiempo y dinero en la vida enterna». Pero la sabiduría que destila de la Biblia nos habla de otra cosa. Una persona llena de propósito cuida su aspecto fìsico, cuida su salud, invierte tiempo y dinero en ser una persona saludable y de buen aspecto. No es necesario ser un gran conocedor del comportamiento humano para darse cuenta que cuando una persona pierde el sentido de la vida, pierde propósito, deja de cuidarse. Las personas que ya no quieren vivir, que están en medio de una depresión o se dieron por vencidas, dejan de preocuparse por su aspecto, por su pelo, por su ropa y por su salud. En cambio, las personas llenas de propósito hacen todo lo contrario. Basta con que una persona atisbe una señal de propósito en su vida (una posible pareja, un posible empleo, o el inicio de un proyecto nuevo) para que pase, de la noche a la mañana, de la modorra y el desaliño al perfume y la peluquería.

«Una vida sin servicio es una vida sin propósito» (Mc. 10:45)

Una de las palabras que la Biblia utiliza para hablar de la adoración es abodá (en hebreo) y significa literalmente «servicio». Es la misma palabra que el Antiguo Testamento utiliza para hablar del estado de «servidumbre» en que se encontraba el pueblo hebreo durante su cautiverio en Egipto. Pero cuando se refiere a la servidumbre, utiliza un plural aumentativo, cuando se refire al servicio libre y voluntario utiliza un singular. Hay mucha diferencia entre servir voluntariamente y vivir una servidumbre obligatoria. En la primera hay propósito, en la segunda no lo hay. Pero curiosamente muchas personas sirven como una forma de cumplir con requisitos religiosos, ahí no hay una vida con propósito. Es muy interesante que en el Nuevo Testamento esta palabra es leiturgeo (griego), de donde viene nuestra palabra «liturgia». Pero ¡qué lejos de su sentido original hemos llevado a esta palabra! En su sentido original se refiere a un servicio voluntario (adoración), hoy por hoy, la palabra liturgia (servicio) se ha convertido en una serie de normas, requisitos, pasos que componen, obligatoriamente, un culto religioso. Solo quien sirve de forma voluntaria y libre encuentra propósito a su vida. Solo las personas que han puesto su vida, su tiempo, su dinero y sus talentos al servicio de otros han encontrado propósito a sus existencias.

«Una vida sin pertenencia es una vida sin propósito» (Sal. 1:3)

Echar raíces no significa que has decidido no moverte nunca más de un lugar. Significa que has decidido alimentarte de esa tierra y, a la vez, fertilizar esa tierra con tus frutos. Una vida sin propósito carece de raíces. La idea de llevar nuestros frutos a todas partes puede ser tentadora, pero una vez que la analizamos con detenimiento nos damos cuenta de que es una idea descabellada. No se puede fertilizar, abonar, ninguna tierra con una sola manzana, con una sola naranja que cae a tierra. A lo sumo nacerá un solitario arbolito destinado a morir pronto. No se puede dejar un legado siendo «ave de paso». Solo el tiempo y la constancia engendran un legado. Sólo la gente decidida a tener un propósito en la vida logra pertenecer. Pertenecer a una familia, pertenecer a una institución, pertenecer a una comunidad, pertenecer a un proyecto, son características de las personas que echan raíces y dejan fruto. Una vida sin fruto es una vida sin propósito, una vida sin legado es como si nunca hubiera existido.

Pensémoslo, sin relaciones sanas, sin cuidado personal, sin servir a nada ni a nadie (o hacerlo como una obligación) y sin pertenencia, no tiene sentido vivir esta vida. Busquemos estas 4 cosas y encontremos propósito.

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